LA SOLEDAD DE LA CIUDAD MODERNA
Actualizado: 22 mar 2022
Uno puede sentirse solo en cualquier lugar, pero hay un sabor particular en la soledad que proviene de vivir en una ciudad, rodeada de millones de personas. Uno podría pensar que este estado era antitético a la vida urbana, a la presencia masiva de otros seres humanos, y sin embargo, la mera proximidad física no es suficiente para disipar una sensación de aislamiento interno. Es posible, incluso, sentirse desolado y poco frecuentado en uno mismo mientras se vive cara a cara con los demás.

No he sido yo la única persona que se ha quedado perpleja ante esta cuestión. Todo tipo de escritores, artistas, cineastas y compositores han explorado el tema de la soledad, intentando ganar terreno en él, para abordar los problemas que provoca.
El lugar obvio para comenzar era Edward Hopper, ese hombre taciturno y esbelto. Nacido a finales del siglo XIX, pasó su vida laboral documentando la vida en una metrópolis eléctricamente inquieta. Aunque a menudo se resistía a la noción de que la soledad era su método, su tema central, sus escenas de hombres y mujeres en cafés, oficinas y vestíbulos de hoteles desiertos siguen siendo imágenes distintivas del aislamiento urbano.

Nighthawks. © Edward Hopper. ART INSTITUTE OF CHICAGO.
micro-REFLEXIÓN:
Las ciudades pueden ser lugares solitarios, y al admitir esto vemos que la soledad no necesariamente requiere soledad física, sino más bien una ausencia o escasez de conexión, cercanía, parentesco: una incapacidad para encontrar tanta intimidad como se desea.
CITA:
“Las ventanas son los ojos de la arquitectura. Por las ventanas entra la luz y la sombra que crea espacios. Los escaparates nos invitan a adentrarnos en el paisaje y son las grietas por las que espiar la arquitectura” Federico Babina
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